Mis pequeñines

sábado, 13 de abril de 2013

Sus besos.


Altas horas de la noche y yo sin poder dormir. Estoy tan lejos de quien hace que mi corazón lata que siento morir. Me he tenido que alejar tanto de su aroma que ya no llega riego a mi cabeza, ya no piensa de manera cotidiana; es todo menos cuerdo y menos loco de lo habitual. Volteo la almohada, buscando el lado fresquito de la cama. Miro el reloj y marca las 03:30.
Joder,  Tengo que dormir, así el tiempo pasa más rápido y antes podré estar entre sus brazos, como  una su enana. Esto no está bien. Llegar a su barrio y empezar a oler su perfume, mi cerebro dice que vaya a por él lo más rápido posible y que le arranque la ropa a trozos; mis labios empiezan a estar al acecho para encontrar los suyos, ir a por él y dejarle seco, con ganas de guerra.
Y ahora que no está, mi locura se vuelve mayor: sólo quiero dormir en sus brazos. Ya me he acostumbrados a ellos que no puedo conciliar el sueño sin que me abrace y sienta su aliento en mi nuca.

(Esto no es normal, joder.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario