Mis pequeñines

jueves, 9 de agosto de 2012

Incienso.

Enciendo una barra de incienso olor fresa. Dicen que su olor al quemarse purifica el alma. Mientras veo cómo se consume poco a poco el principio de ésta, pienso que así somos nosotros. Nos vamos consumiendo con la edad, los conflictos, las alegrías y las desgracias. Noto cómo alguien me susurra en la nuca ""Es la hora." ¿Hora de qué?
Mientras pienso, observo que la barra va consumiéndose más o menos por la mitad. Pienso que si después de tantos años ya es hora de descansar, que ya es hora de decir Adiós y dejar todo atrás. Veo mis manos, pensando cuando era joven y la piel era lisa y suave, y... ¿Qué veo ahora? Las manos apenas están quietas, las venas se hacen notar y la piel está rugosa. Pienso que si aún hay algo en esta vida que tenga que terminar, pero no se me ocurre nada; mi marido murió hace ya varios años, mis niños ya no son tan niños, casados y con hijos. Qué suerte ellos... Aún pueden viajar con su amor amarrado de la mano, pero yo no.
La barra de incienso ya va llegando a su fin, hoy no es mi día. Hoy la muerte no puede venir a llevarme con él. No, hoy no es el día. Hoy no será el día en que me pondré mis mejores prendas, no. Hoy será como otro día cualquiera. Hoy mi barra de incienso personal no se apagará, no es el final.
Y mientras cierro los ojos, aquella barra de incienso olor a fresa se consumía hasta el final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario